En la actualidad, muchos consistorios, pese a gestionar o implantar sus Zonas de Bajas Emisiones (ZBE), carecen de competencias técnicas específicas en calidad del aire y, a menudo, dudan sobre las ubicaciones más adecuadas para sus sensores. Para que estas políticas sean efectivas, es esencial contar con datos precisos y representativos. Desde Bettair Cities destacan que establecer criterios científicos y técnicos para definir dónde colocar estos sensores es fundamental para obtener una radiografía real del entorno urbano, y ahí es donde entra en juego la metodología desarrollada por Bettair Cities.

En 2021, durante el proyecto europeo MappingAir que llevó a Bettair Cities a instalar unos 40 sensores en Roma Capitale, la compañía diseñó una metodología que combina regresión de uso del suelo (Land Use Regression, LUR) para lograr una planificación óptima.
Land Use Regression (LUR) es un método estadístico utilizado para estimar la distribución espacial de contaminantes atmosféricos, basado en variables geográficas y de uso del suelo. La finalidad de esta técnica es escoger una serie de ubicaciones que sean representativas del aire que se respira en una determinada ciudad.
Recopilación de datos geoespaciales, ambientales y urbanos
La primera fase consiste en la recopilación masiva de datos geoespaciales, ambientales y urbanos. Para ello, existen numerosas fuentes de información gratuitas, entre ellas OpenStreetMap (OSM), el Centro Nacional de Información Geográfica (CNIG) y el Urban Atlas.
En el ámbito de su estudio, en Bettair Cities utilizaron principalmente el tamaño de las carreteras facilitado por OSM para estimar el número de coches que pueden pasar cada minuto en una determinada área de estudio. Y para la ingesta de datos, usaron la información de tipo topográfico del CNIG, principalmente la altimetría. Finalmente, en Bettair Cities se apoyaron en el Urban Atlas de Copernicus, un proyecto coordinado y gestionado por la Comisión Europea que pretende lograr una continua observación terrestre de alta calidad, cuyos resultados sean accesibles libremente por la comunidad científica, autoridades públicas o por particulares. Elaborado a partir de miles de fotografías por satélite, el Atlas Urbano ofrece una cartografía digital detallada, con los datos más actualizados y precisos sobre el uso del suelo.
Gracias a estas herramientas, es posible la ingesta de información sobre una gran cantidad de variables como por ejemplo el número y tipo de carreteras (OMS), la altura de los edificios (CNIG), y el uso del suelo (Urban Atlas).
Segmentación del entorno urbano y selección de puntos estratégicos
El algoritmo divide la ciudad en distintas áreas en función de características comunes, como la densidad urbana, el uso residencial o comercial, y el perfil de emisiones. Este proceso permite agrupar zonas con comportamientos similares respecto a la calidad del aire.

Tras segmentar el territorio, se identifican las ubicaciones óptimas dentro de cada zona, asegurando que los sensores recojan datos representativos de toda la diversidad urbana, lo que se traduce en una cobertura más eficiente con menor número de sensores. Y una vez identificadas las ubicaciones, se trata de escoger la posición exacta.
Para ello, en Bettair Cities se apoyan en las recomendaciones incluidas en la directiva 2008/50/CE, que ha sido transpuesta en España mediante el Real Decreto 102/2011, que establece que la localización del punto de medida ha de estar suficientemente alejada de las fuentes de emisión próximas, así como se debe considerar la altura de instalación para capturar aire respirable (entre 1,5 y 4 metros), y garantizar el acceso a la energía y la conectividad para sensores inteligentes.
En definitiva, desde Bettair Cities destacan que ubicar los sensores de calidad del aire no es sólo una cuestión logística, sino una decisión estratégica. Combinar ciencia de datos, conocimiento urbano y tecnología permite diseñar redes de monitoreo más eficientes y eficaces.